Comentario
Mediado el año 1928, el régimen de Primo de Rivera comenzó su decadencia que se acentuó de manera considerable en el siguiente. Varios factores confluían en este hecho. En primer lugar Primo de Rivera estuvo enfermo, durante todo el período, de la diabetes que al final le llevaría a la muerte. Ya estaban lejanos los éxitos de su política y se demostraba su evidente incapacidad de crear un régimen político nuevo. El papel de la oposición era creciente y, además, existía un ambiente de murmuración crítica en contra del sistema político vigente. Al mismo tiempo, se hicieron cada vez más frecuentes las conspiraciones armadas en contra del régimen. En enero de 1929 estalló una que tenía su origen en Valencia, cuyo principal protagonista fue Sánchez Guerra, y en la que se intentaba conseguir un retorno al sistema liberal vigente antes del golpe de Estado.
Ante el aumento de las dificultades, en un primer momento Primo de Rivera trató de endurecerlo, pero siempre con conciencia de que era una solución provisional. Más adelante, parece que optó por el abandono del poder, sin tener en cuenta los riesgos que esta operación podía tener para la monarquía. Evidentemente, todas las soluciones que intentó tomar resultaban tardías. En diciembre de 1929 propuso un nuevo plan a Alfonso XIII para la convocatoria de una Asamblea única formada por 250 senadores y 250 diputados, elegidos tres por provincia y otros 100 a través de una lista nacional. El Rey le pidió tiempo para meditar sobre la solución propuesta.
En 1929 reaparecieron los conflictos sociales que habían desaparecido durante la Dictadura: por las huelgas se perdieron casi cuatro millones de días de trabajo. También tomaba un importante cariz la conspiración militar, que en Andalucía se llevaba casi a la luz pública. Probablemente, si Primo de Rivera no hubiera decidido retirarse, hubiera sido una conspiración militar la que hubiera acabado con él.
El Dictador, tras sopesar varias posibles salidas al régimen, eligió el procedimiento más insospechado, que sólo su mal estado de salud y las ganas que tenía de abandonar el ejercicio de sus responsabilidades pueden servir de explicación. Finalmente, acabó por salir de España y en muy poco tiempo fallecía en un modesto hotel de París.
La importancia de la Dictadura radicó en que vino a demostrar lo agotado que ya a estas alturas estaba el liberalismo oligárquico. En líneas generales, suele considerarse positiva la labor del Dictador en el tema de Marruecos y en el terreno económico, y se juzga negativa su gestión en el terreno político. La realidad es que se benefició de una coyuntura positiva en la economía mundial, y la continuidad de un régimen no parlamentario y sin posibilidad de crítica fue decisiva para su actuación en Marruecos. El balance negativo en lo político era inevitable por la propia simplicidad del regeneracionismo que alimentaba las posturas del Dictador. El bagaje doctrinal podía ser popular pero resultaba también tan simple, variable y confuso que hacía presumible su fracaso. La oposición no reconoció el apoyo popular que tuvo la Dictadura y culpó a Alfonso XIII del mantenimiento del régimen y de los males del período sin poder apuntarse sus éxitos.